miércoles, 22 de abril de 2009

DISCRIMINACIÓN SILENCIOSA

No queremos ser el centro de atracción de la ciudad, esto es lo que piensa Natalia, una lesbiana que cada ocho días tiene una cita con el amor en el sitio conocido como los chochales. Allí entre beso va y caricia viene, Natalia y su pareja se aman como nunca, pues saben que al caer la noche, entrarán de nuevo al closet para no ser descubiertas por sus familias y el resto de la humanidad.

Tal vez, los chochales no cuenten con la moderna infraestructura de los parques bibliotecas de la ciudad, pero sus columnas están levantas por los ideales de libertad y sus paredes están pintadas con frases de amor. Tal vez, no se dicte la clase de álgebra ni trigonometría impartidas en las escuelas de la ciudad, pero la mejor cátedra es dictada por las lesbianas, los gays, los bisexuales y los travestis que enseñan el valor del respeto, la tolerancia y la aceptación. Allí, entre el Parque de Bolivar y la Avenida Oriental no se aprende a ser buen estudiante, se aprende a ser un buen ser humano.

Mientras sus cuerpos se acercan lentamente, sus manos se buscan una a la otra, mientras sus piernas se confunden entre los juegos. Es el amor de estas dos mujeres que se aman libremente en los chochales sin que ninguna mirada se clave sobre sus cuerpos. Pero en la ciudad, la cercanía de sus carnes se convierte en el queso que todos los roedores del morbo desean, en el centro de atracción y en el alimento del chisme. Por eso, Natalia prefiere amar a su pareja entre la música, los bares y la alegría de los chochales.

Para contrarrestar este señalamiento que sienten los LGBT por parte de la ciudadanía, la Alcaldía de Medellín aprobó el año pasado un Plan de Desarrollo basado en el reconocimiento de los derechos humanos y la inclusión de las poblaciones tradicionalmente excluidas por la ciudad. Medellín, solidaria y competitiva es un programa que reconoce a los LGBT como una de las poblaciones que más sufren la violación de sus derechos y el continuo rechazo de la ciudad como lo demuestra una encuesta realizada por la alcaldía, donde el 48.9% de sus habitantes no quieren tener a una persona homosexual como su vecino. Por eso, se realizó una inversión de 780 millones para promover actividades que logren la aceptación de la diversidad sexual.

Muy cerca de las dos mujeres está Wilfer, un hombre con cara de niño que, a diferencia de Natalia y compañía, salió del clocer hace 3 años y asume con valentía su condición gay. Toma cerveza con las enamoradas mientras, uno que otro amigo, pasa y lo saluda. Para él, poco a poco la ciudad acepta a las personas que tienen inclinaciones sexuales diferentes, sin embargo, las miradas y el murmullo de la ciudadanía los convierten en el centro de atracción , por eso cada ocho días va a los chochales a demostrar su amor sin ser objeto de las curiosas y morbosas miradas.

Aunque Wilfer piensa que la ciudad ha sufrido una transformación en cuanto al tema de la inclusión de los LGBT, es importante destacar que esta aceptación no ha sido completa ya que las miradas representan una discriminación silenciosa que sufren los homosexuales al ser individualizados y catalogados como diferentes. Además, las familias antioqueñas dicen respetar e incluir a la población LGBT, sin embargo, se les dificulta aceptar que uno de los miembros de su familia sea homosexual como Ana Peláez, una señora de 78 años que dice que sentiría vergüenza si uno de sus familiares tuviera una inclinación sexual diferente.

La noche avanza, y el lugar está colmado de parejas que se confunden en un mismo abrazo, en un derroche desenfrenado de amor y ternura. Las lentejuelas hacen su aparición en los llamativos cuerpos de los travestis que pasan de lado a lado exhibiendo las creaciones que su costurero y maquillaje pueden hacer. Ahora, hombre con hombre y mujer con mujer no es sólo una frase real, sino una realidad.

Pero como la unión hace la fuerza, las lesbianas, los gays, los bisexuales y los travestis se unieron en una misma voz en agosto del 2001 a través de la organización LGBT. Han luchado en los tribunales y ante la sociedad exigiendo el reconocimiento de su derecho y ahora en la ciudad cuentan con una página web dedicada exclusivamente al público LGBT. Allí se puede encontrar el nombre de los bares, discotecas, cafés y almacenes que brindan sus bienes y servicios a esta población, también se encuentran fotografías y artículos. Esta es la prueba patente del camino que ha emprendido la ciudad en busca de reconocer los derechos de los homosexuales. Cabe anotar, que según la página oficial de Colombia Diversa ,hay sitios en la ciudad que aún representan un riesgo para los LGBT, pues son víctimas de maltrato físico y verbal.

Pero hay personas que asumen no temen al escarnio público. Pamela conoce mucho del tema. A sus 17 años lleva 9 meses con su novia y aún recuerda cuando le dijo a su mamá “ a mí no me gustan los hombres , a mí gustan las mujeres”. Desde entonces, no hay lugar en la ciudad que no haya presenciado los besos de las enamoradas y no falta la señora, que con camándula en mano, les dé el perdón que ellas no han pedido.

Y si de hablar de religión se trata, la iglesia católica ha sido la organización que más ha rechazado las relaciones entre personas del mismo sexo y se ha opuesto a los matrimonios entre homosexuales, a la adopción de hijos y , hasta ha impartido su voluntad divina al excomulgar a todos los homosexuales. Pero si Dios dijo que nos amaramos uno a los otros, los hombres de la tierra se han encargado de desmitificar el décimo primer mandamiento, al poner límites a la relación de los seres humanos. Según Salomé Jaramillo, una estudiante de bachillerato, “la iglesia no debe opinar ni juzgar a las parejas del mismo sexo” ,mientras Ana, cataloga como “un pecado”, las relaciones homosexuales (escuchar testimonio)

Pamela se sienta en las piernas de su novia mientras escuchan música y comparten una fría cerveza, pues no pueden entrar a los bares de los chochales por ser menores de edad, pero esto no les preocupa, ellas sólo le reclaman a la ciudad que no las miren como un el lunar, cuando se besan o cogen de las manos. Por eso, cuando Pamela visita los chochales lo hace porque allí nadie mira, nadie habla, nadie piensa cosas sobre las lesbianas.

Mientras la pareja de enamoradas se pasa la cerveza y entrecruza sus manos, dos detalles brillan en la oscura noche de la ciudad: dos anillos marcados, cada uno con el nombre de la otra, como el símbolo del amor que Pamela y su novia se proclaman frente a la sociedad y que algún día sueñan materializar a través de la unión libre.

No hace poco, el Congreso de la República aprobó la ley que reconoce los derechos patrimoniales de las parejas homosexuales a través de la unión marital de hecho . La propuesta fue impulsada por la presidenta de Colombia Diversa, Marcela Sánchez, quien logró que el 18 de junio del 2007 el Congreso reconociera que las parejas homosexuales que comprueben su unión sentimental por un tiempo de dos años, podrán gozar de los servicios de salud y en caso de muerte, recibir la herencia y pólizas de seguros. Esto representa no sólo un avance para el país, sino para la ciudad que ahora reconoce legalmente las libertades y los derechos de los LGBT.

Todos reconocen que la ciudad está encaminada en un avance social que les permite ser incluidos y aceptados en la sociedad sin ser discriminados. Piensan que en épocas pasadas, no hubieran sido capaces de salir del closet y asumir su sexualidad. Sin embargo, quienes no lo hacen, reconocen que temen a la reacción de sus familias, más que a las consecuencias sociales.

Será que hablar de los chochales como un sitio de tolerancia refleja la marginalidad que sufren los LGBT, pues que lo digan ellos. Para quienes visitan este sitio, los chochales abren las puertas de la normalidad donde se aman todos los que se quieran amar sin sufrir las frías miradas de quienes se consideran “normales”. Puede decirse que este lugar es el ideal de ciudad que desearían vivir todos los LGBT, pero está aún muy lejos de ser una realidad.

La noche culmina a las 2 de la mañana cuando los bares en los chochales suenan la última canción. Natalia, su novia y cientos más, guardarán sus sentimientos y amoríos en el cofre más seguro de su closet, mientras que Pamela y Wilfer tendrán las puertas de su corazón abiertas a la sociedad. Sin embargo, todos esperán con ansias la llegada del próximo fin de semana, para que la discriminación silenciosa de una sociedad , no los esté observando.







Páginas recomendadas:
guiagaycolombia.com
medellin.gov.co
colombiadiversa.org

1 comentario:

  1. Me agrada la crónica...deja inquietudes sobre la necesidad de transformar la ciudad más allá de los edificios. Me parece que faltó la descripción del lugar: el ambiente externo, la decoración, el tipo de música, etc.

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